Desde los 9 años, Inés Berton sufría dolores de cabeza intensos, pero no fue hasta los 18 que descubrió que determinados aromas eran los detonantes de su malestar. Vivió en Francia, donde fue perfumista, luego en Nueva York, y volvió a la Argentina para apostar por su sueño: crear blends de té. Sus aventuras por el mundo detrás de aromas
Hace poco más de dos décadas Inés Berton sentó las bases de su sueño: ser tea blender, un concepto que para muchos en ese entonces era desconocido o difícil de comprender. Para ese entonces ya había vivido en Francia y en Nueva York, donde tuvo su primer acercamiento a la composición de aromas y sabores como un verdadero arte, y conoció a una maestra japonesa que entendía el té como un lenguaje que fusiona Oriente y Occidente. A su curiosidad se suma el particular detalle de que cuando era chica descubrió que tiene olfato absoluto, un agudo sentido para percibir cada fragancia que utilizó durante sus años como perfumista, y ahora lleva las riendas de Tealosophy, la casa de blends que lleva su firma en tres sucursales de Buenos Aires.
“Y deberás plantar y ver así la flor nacer, y deberás crear si quieres ver tu tierra en paz…”, frase de la canción “Quedándote o yéndote”, de Luis Alberto Spinetta representa a la perfección la pasión que siente Inés por cada una de las etapas que implica su profesión. Desde recorrer las cosechas, visitar la planta en José León Suárez, realizar un muestrario para luego dar con la fórmula exacta de una creación. “Soy una buscadora de té”, asegura en diálogo con Infobae, y aclara que, contrario a lo que muchos pueden pensar, no proviene de una familia inglesa ni tomaba té desde que era chica. “Prefería la chocolatada”, dice con humor.
Cuenta que a los 9 años empezó a sufrir fuertes dolores de cabeza, pero nunca imaginó que ese malestar podría estar relacionado con el olfato. “Pasaron a ser migrañas, con ese dolor punzante detrás de los ojos y fotosensibilidad, y cuando me agarraban no había manera de que se me pase, y me empezaron a hacer estudios”, explica. Recuerda que cuando limpiaban los pisos de su escuela con lavandina empezaba a sentirse mal, y así fue como detectó que había olores que funcionaban como detonantes. “Los productos de limpieza, los amoníacos, y los desodorantes que tienen esas fragancias muy artificiales también, son mis enemigos, pero con el tiempo también fui adquiriendo herramientas para manejarlo, como la meditación y la respiración”, revela.
La cultura oriental y las enseñanzas de quien fue su mentora durante ocho años, Fumiko, dejaron huella en Inés, y aprendió que cuanto más lento respira, menos trabajan sus órganos y menos se cansan. “El olfato absoluto es como lo del oído, pero en la nariz, y por eso en mi vida cotidiana yo trato de estar rodeada de aromas lo más naturales posibles; si a mí me decís que algo tiene ‘perfumes cítricos’, te pregunto cuáles, porque el quinoto, la naranja, el limón, la mandarina, y el pomelo para mí son cinco perfumes distintos, y lo mismo me pasa si me decís que te gusta el olor de las rosas, porque cada una de las que existen huele diferente”, detalla.
A los 21 trabajó en el Museo Guggenheim de Nueva York, y allí conoció la primera casa de té que la cautivó. Al ver la variedad de hierbas disponibles, pedía que las mezclen a su gusto y llamaba la atención de otros clientes, que seguían sus pasos para ver cómo resultaban las creativas combinaciones. Aunque culminó sus estudios como perfumista no se veía trabajando dentro de un laboratorio toda la vida, sino más bien pasando días en las cosechas, y buscando inspiración en otras comunidades en cada viaje que hiciera. Veía que todos caminaban apurados, y por un momento recordó las palabras de su maestra japonesa: “El té es sinónimo de tiempo”.
La idea de frenar el mundo durante algunos minutos, de ofrecer una experiencia y componer blends cobró fuerza en su sentir, y cuando volvió a la Argentina dejó de lado todas las dudas y se jugó por lo que quería hacer. “Con un capital muy chiquito, de 134 dólares, nació Tealosophy, o sea que fue un 90% remo y un 10% de inversión; pero hubo una cantidad enorme de gente que me ayudó a crear lo que tenemos hoy, una propuesta que se compone de hebras, agua, sensibilidad y paciencia”, indica. En este sentido, destaca la colaboración de sus tres hermanos, y aunque provienen de una familia de abogados, confiesa que todos tienen su faceta aventurera.
“Uno de mis hermanos es abogado pero corre maratones por todo el mundo, el otro que también es abogado tiene pasión por la música electrónica y es algo de lo que sigue aprendiendo en cada viaje; y mi hermana Sofía es mi coequiper, trabajamos codo a codo y me ha acompañado a todas partes. Hemos estado en Camboya viajando juntas y creo que todo eso demuestra que al final del día los cuatro tenemos ese espíritu nómade y aventurero adentro”, reflexiona. En el mismo tono de introspección, siente que es de las personas a las que le da miedo no atreverse a intentarlo, y cuando tiene que elegir un camino opta por el menos transitado, y por ende, el que más coraje requiere.
El valor por excelencia que desea sostener es la tenacidad, y como segundo puesto del podio, la importancia de la flexibilidad para que una pyme familiar sobreviva. Agradece que la pasión nunca se apagó, y que a raíz de este proyecto sobrevinieron hechos asombrosos, como crear un té para el Dalai Lama, conocerlo personalmente y guardar la foto de aquel momento como algo inolvidable; otro blend para Anthony Kiedis, vocalista y líder de los Red Hot Chilli Peppers; otro para Ed Sheeran; Ozzy Osbourne; Chris Martin; equipos de la NBA, y firmas de lujo.
“También hice el té para la película Downton Abbey. Yo era fan de la serie y cuando hicieron la película me llamaron para hacer el té en la presentación”, revela. Otra hazaña que no estaba ni en su imaginación fue cuando hicieron 90.000 latas de té para la Editorial Santillana, y también la posibilidad de crear un blend en homenaje a su hermana, al que llamó Frida’s almond, con base de té negro de Sri Lanka, cacao de Venezuela, almendras y naranja tostadas. “Fue éxito en muchos países, pero en España por ejemplo fue un fracaso porque a la gente le recordaba a un jarabe para la tos que tenía gusto a almendras”, se sincera.
El objetivo de recrear aromas y sabores a través de un recuerdo o con la inspiración de una persona sigue siendo la intención central de la compañía que fundó, pero disfruta cuando aparecen propuestas con historias que se convertirán en una anécdota que pasará de generación en generación. Esa ocasión puede ser un blend hecho para una declaración de amor, un casamiento, un cumpleaños, entre muchas otras. “Hubo una vez que vino un chico a la tienda y me dijo: ‘Ayudame a hacer algo para mi suegra, que me odia y le encanta el té’, y aunque no puedo hacer milagros, preparamos una fusión de sus sabores favoritos; unos años después vino la suegra a decirme: ‘Inés, lo lograste, al final era un amor el chico, y me ganó con el té’”, dice entre risas. “Para mí no tenía nada que ver el té en este caso, sino que lo que la conmovió fue el gesto de que hiciera algo especial para ella”, agrega.
También recibió pedidos exóticos como “un té para bañarse”, y en ese caso preparó un blend que tiene como base manzanilla y lemon grass, para priorizar colores suaves para que no manchen la bañera. A lo largo de los 21 años que acumula de trayectoria en nuestro país, está feliz de conservar la misma estructura inicial en la empresa que dirige. “Nada de títulos nobiliarios como CEOs, nosotros lo dividimos en el equipo de Dreamers o Soñadores, al que pertenezco con mi hermana, y los Hacedores o Doers, liderado por mi mano derecha Andy Toledo, que me ayudan a bajar las ideas y tratar de convertirlas en realidad”, manifiesta.
Desde el día en que inició la travesía soñó con que su marca tenga alma, que sea un té honesto el que pudiera ofrecer, y su horizonte era permanecer en “estado esponja”, como le gusta llamar a la actitud de estar predispuesto a seguir aprendiendo. “Hay una frase de emprendedores que dice: ‘En tiempos de crisis algunos lloran y otros venden pañuelos’, y me encanta porque creo que esa constancia y el disfrute de hacer lo que amás es lo que me une a las personas con las que trabajo, que son las mismas con las que empecé”, celebra.
“Cuando yo empecé acá en la Argentina no era para nada común dedicarse a hacer té. Es más, me decían que el té era algo que te daban los médicos cuando te dolía la garganta o la panza, y ahora es toda una experiencia sentarse, servirse en la taza y disfrutar de que los sentidos se refresquen, serenar el espíritu y crear un momento”, analiza. Recurre a otra cita célebre y remarca que “sin riesgo, no hay historia”, y en ese entonces decidió especializarse en cosechas de altura con gran amplitud térmica que den como resultado una selección de primera calidad.
Aunque tienen un elenco estable de blends para ofrecerle al público, también incorporaron el archivo digital de las fórmulas, lo que permite que si algún cliente desea una edición anterior, se la puedan preparar en el momento. “Nuestra idea era mantener el catálogo y para fechas especiales como Navidad o el Día de la Madre hacer otra propuesta, pero después venían personas a decirnos que quería el de Pascuas 2014 por ejemplo, porque le habían regalado una lata que había probado y quería ese mismo”, rememora con humor, y por eso la solución fue guardar registro de cada creación. Actualmente está trabajando en el proyecto que denomina “Emociones líquidas”, que consiste en crear la base de tragos con y sin alcohol hechos con té.
Trabajo, corazón y dedicación, es el combo con el que asume el trabajo día a día, y resalta el compañerismo de su equipo cuando atravesó una situación personal muy difícil durante el 2022. “Mi pareja estuvo en tratamiento oncológico y yo me dediqué a acompañarlo; por eso no pude estar tan presente y me emocionó ver cómo todo el equipo se hizo cargo, me bancó y ahora que volví recargada de energía tengo ganas de seguir adelante con muchas ideas”, expresa. “Estamos consolidados, realmente de las 17 personas que trabajan conmigo puedo decir que cada uno aporta, y entre todos hacemos el mejor blend”, dice con alegría.
Se propone liderar desde el entusiasmo y no desde la queja, por más de que las adversidades estén a la orden del día. “Tengo problemas como todo el mundo, desde las cosechas que sufren por el clima, las sequías, todo eso es complejo y lo afronto, pero el disfrute ocupa un lugar muy importante de mi vida después de todo lo que pasé recientemente, y el trabajo hay que llevarlo a un lugar de placer también, buscar la manera”, aconseja. Aunque a veces su apretada agenda no le permita mucho tiempo libre, busca el momento para tomarse una pausa y tener “una cita consigo misma”.
“Cuando uno deja de querer llenar espacios vacíos y se anima al silencio, ahí aparece aparecen cosas interesantes, como la creatividad. Creo que hay que tomarse el tiempo de conocer y ver qué es lo nato en cada uno y después por supuesto seguir formándose, porque tengo que inspirarme para poder inspirar a otros, y en los momentos difíciles aceptar que somos vulnerables, y que delegar algunas veces es la única forma de seguir para luego volver fortalecido”, reflexiona Inés, que vuelve a su esencia de soñadora y tiene pensado volver a viajar en abril para despejar la mente y traer nuevas ideas para sus locales.
Fuente: Infobae
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