El té gourmet crece a paso firme como actividad en Misiones de la mano de la producción orgánica. Los visitantes pueden adquirir productos de la mano del mismísimo productor y, además, realizar la experiencia de cosechar su propio té.
Fue hace exactamente un siglo. Era 1923, cuando el sacerdote Tijón Hnatiuk llegó de Ucrania a Colonia Tres Capones, al sur de Misiones, y trajo como regalo a su familia un paquete de semillas de Camellia sinensis. El té.
Los ucranianos habían llegado de casualidad a Misiones fines del 1890, un cuarto de siglo antes. Su región originaria se llamaba Galitzia (nada que ver con la tierra en España) y pertenecían al imperio Austro-Húngaro. Agricultores pobres que querían prosperar. Se subieron al barco que los trajo a América, pero ellos querían ir a Estados Unidos. Atracaron en el puerto de Buenos Aires y ahí se enteraron de que en el norte no los esperaban: no eran bienvenidos. Misiones era un flamante territorio nacional y su primer gobernador Juan José Lanusse (que antes había sido intendente de La Plata) se enteró de la situación de los pobres eslavos atascado en el puerto. Y les tiró un convite: “Vengan a Misiones, les damos 25 hectáreas, herramientas, algunos animales, semillas y planten yerba”. Y vinieron.
Así fueron llegando. Enseguida avisaron a sus familiares y parientes en la tierra. “No. No hace frío acá. No hay 25 grados bajo cero en invierno. Y tenemos una bebida amarga que nos gusta mucho”.
Hasta que llegó Hnatiuk, el cura.
El té es la infusión más bebida del mundo: se explica en especial por el afecto que le tienen los chinos y, luego por la colonización, pasó a los ingleses. Explica por qué mientras otros morían de disentería o cólera, los chinos sobrevivían sin problemas: al hervir el agua para su infusión mataban los gérmenes y bacterias.
Y el producto del sacerdote se difundió en Misiones y empezó a exportarse. Durante las primeras décadas, todo fue a mano: plantar, cosechar, llevar a la secadora, procesar. Como en la India y otros lugares.
Pero el impulso innovador del misionero le dio una impronta distinta. Apenas iniciada la década del ’60 del siglo pasado, los chacareros iban al pueblo donde estaba el taller metalmecánico. Le acercaban su tractor y el gen innovador misionero inventó la cosechadora mecánica. Así, esos Fiat viñateros naranja podían ser perfectos para la cosecha a máquina.
El té misionero salió al mundo con esa marca: té cosechado a máquina que no era el más apreciado (no es lo mismo que cosechar hoja por hoja) pero se usaba en los mercados de Londres para ‘rebajar’ la calidad de los llegados de la India y Sri Lanka. Y también viaja a Estados Unidos donde se lo usa de materia prima para el famoso iced-tea.
"El 90% del té se exporta y 19 de cada 20 kilos se producen en Misiones."
Hasta que un día, alguien dijo: “Volvamos a las raíces”. O, a los brotes sería más exacto.
Fue desde la primera Ronda Nacional de Té Gourmet de Misiones en 2020: allí se decidió por una propuesta innovadora que consistía en potenciar el consumo interno y la llegada a nuevos públicos a partir de la producción orgánica.
En los últimos años, el té gourmet cobró gran relevancia y logró constituirse en una referencia que impactó además en el desarrollo de un turismo cultural y gastronómico (visitantes llegan a una finca, cosechan con sus manos y elaboran su propio té del que saborean luego de todo el proceso industrial).
En el ámbito de la producción de té gourmet se destacan marcas como Akasha Tea, Hebras Misioneras, Tucanguá, Doña Irma, Alma Annette, Jesper, Kraus, Tea Wind, Kairiyama y la Ruta del té.
A su vez, dentro del segmento de tea blenders (mezcla de sabores y tipos) se presentan Del Iguazú, Roseé Infusiones, Aromas de la selva, Té Dana y Maravillas del té.
Están en toda la provincia y pueden hallarse en los puestos turísticos, aeropuertos y lugares estratégicos. El té gourmet orgánico es lo nuevo y en Misiones se consigue.
Fuente: Clarín
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